Introducción
Las
tres primeras universidades católicas argentinas que abrieron la carrera
de psicología fueron la Universidad del Salvador, la Universidad
Católica de Córdoba –en sus orígenes ambas dependientes de la Compañía
de Jesús- y la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de
los Buenos Aires.
La
carrera de Psicología de la Universidad del Salvador se encuentra entre
las primeras en crearse en el país tanto en el ámbito estatal como
privado. En efecto, poco tiempo después de organizarse la primer
carrera de psicología en la Universidad del Litoral (Rosario), en 1955
se creó el Instituto de Psicología en los Institutos Universitarios del
Salvador, cuya organización estuvo a cargo del Dr. Juan Rodríguez
Leonardi. Tras la oficialización de la Universidad del Salvador, el 8 de
diciembre de 1959, el Instituto de Psicología se convirtió en la primer
Facultad de Psicología del país (Universidad del Salvador, 2002).
Por
otra parte, siendo Rector el Licenciado Presbítero Jorge Camargo, S. J.
(1956 – 1965) (http://www.ucc.edu.ar/portalucc/seccion.php?sec=2&pag=229),
la Universidad Católica de Córdoba creó la carrera de psicología en el
seno de la Facultad de Filosofía y Humanidades en 1959. Esta carrera
abrió sus puertas por breve espacio de 17 años, cerrándose en 1976 en
ocasión de la Dictadura Militar.
Mientras tanto, en la Pontificia Universidad Católica Argentina la
carrera de psicología fue creada recién en 1961, la misma dependía de la
Facultad Libre de Psicología incorporada a la universidad (Klappenbach,
2003).
En
el presente trabajo nos proponemos dar cuenta de los años fundacionales
de la carrera de psicología en tales universidades (1).
En
primer lugar, analizaremos los antecedentes políticos y académicos del
proceso de creación de la carrera de psicología en estas tres
universidades detalladas, haciendo particular mención del proyecto
educativo perseguido por el movimiento neoescolástico institucionalizado
en torno al Papa León XIII hacia fines del siglo XIX. Si bien el período
estricto a historiar se concentrará aproximadamente entre 1955 y 1965,
es decir los diez primeros años de la institución universitaria de
gestión privada en argentina, consideraremos algunos antecedentes
políticos y académicos más tempranos que ayudarán a comprender el
proyecto educativo en cuestión. Así, describiremos el fallido intento de
principios de siglo XX de crear una universidad católica en el marco de
conflictos políticos entre Iglesia y Estado de ese período. Luego,
durante el segundo gobierno peronista, mencionaremos los conflictos en
el área educativa entre Iglesia y Estado, y el proyecto estatal de crear
la carrera de psicología. Tras la caída del peronismo, la controversia
educación "laica o libre" que finalmente se resolviera con la
posibilidad de que las universidades privadas otorgaran títulos
oficiales en profesiones liberales.
Centrándonos en la carrera de psicología, haremos referencia a su
proceso de organización en las universidades estatales, tras el impulso
cobrado en el 1º Congreso Argentino de Psicología, realizado en Tucumán
en 1954, y a su basamento doctrinal para la creación en universidades
privadas.
En
segundo lugar, aportaremos algunos datos específicos de las
circunstancias de creación de la carrera de psicología en cada una de
las universidades privadas que son objeto de nuestro estudio. Habida
cuenta la escasa conservación de fuentes que se registra en algunos
casos, es también nuestro objetivo poner a disposición ciertos datos que
pueden resultar de utilidad para ulteriores reconstrucciones
historiográficas respecto de la profesionalización de la psicología en
la Argentina, como los primeros planes de estudio, equipos docentes,
etcétera.
Realizaremos un análisis comparativo de los primeros años de desarrollo
de la carrera de psicología en la Universidad Católica de Córdoba,
Universidad del Salvador y Universidad Católica Argentina.
Se
hace uso de fuentes documentales de diversa índole. De tipo
institucional, como ordenanzas, resoluciones, planes de estudio,
programas de asignaturas; y relativa a perfiles docentes, como archivos
administrativos de personal, legajos y curriculum vitae. Se recurre a
crónicas y fuentes bibliográficas secundarias.
Contexto político de la creación de la carrera de psicología en las
primeras universidades privadas
Hacia finales del siglo XIX principios del XX, en un marco mundial
caracterizado por la amplia penetración del liberalismo económico y del
laicismo, así como del socialismo y del anarquismo, en general era
frecuente percibir un clima anticlericalista y anticatólico. En dicho
marco y en concordancia con dicho clima, en Argentina, Iglesia Católica
y Estado Nacional habían protagonizado diversos conflictos en el terreno
cultural y social (Zuretti, 1971).
Por
su parte, el Papa León XIII (1810-1903) marcó con dos de sus encíclicas,
dos hitos que promovieron la organización de los católicos en respuesta
a este clima, y por otro lado, a las necesidades sociales de la época.
En
primer lugar, en la Encíclica Aeternis Patris (Eterno Padre,
1879), se recomendaba que en las universidades católicas existentes y
aquellas por crear fuera posible vivir fe y razón en armonía y
coherencia. Desde el punto de vista doctrinal, como modo de posibilitar
este ideal, se enfatizaba en la revalorización del pensamiento
escolástico considerado capaz de restaurar los principios racionales
fundamentales para la construcción de la ciencia, y a la vez, fundamento
de la fe católica y la teología.
Tras el impacto causado por esta encíclica, se visualiza la
institucionalización del neoescolasticismo que se desarrolló en el
ámbito de la filosofía y diversas ciencias (Caturelli, 2001; Consejo
Editorial Sapientia, 1951; Derisi, 1951; 1979; Misiak, 1954;
Quiles, 1952; Raeymaker, 1951).
Con
el Cardenal Desiré Mercier, George Dwelshauvers o Joseph Nuttin en
Bélgica, Agostino Gemelli en Italia, Fröbes o Lindworsky en Alemania,
Pace, Michotte o Moore en Estados Unidos, para citar sólo algunos de sus
mayores impulsores, el neoescolasticismo también alcanzó prominente
desarrollo en el campo de la psicología científica en sus diversas ramas
(por ejemplo, clínica, educacional, del trabajo e industrial, pastoral,
etc., e inclusive en el campo del psicoanálisis). Logró penetrar
destacados centros académicos y profesionales, así como fundar sus
propias instituciones universitarias, científicas y profesionales, tanto
en Europa como en América. Más allá de las variaciones propias de los
paradigmas dominantes en cada contexto cultural de recepción y
desarrollo, esencialmente la psicología neoescolástica ha sido una
psicología centrada en la persona humana, que buscaba una superación de
las concepciones positivistas y deterministas y que posibilitaba la
integración tanto teórica como metodológica de diversas vertientes
contemporáneas sobre la base del planteo filosófico del hombre entendido
como unidad sustancial de cuerpo y alma derivado de la corriente
aristotelico-tomista (Kugelman, 2005; Misiak, 1954; Piñeda, 2003; 2004;
2005ª; 2005b; 2005c; 2006a; 2006b).
En
segundo lugar, en 1891 la célebre Encíclica Rerum Novarum,
profundo análisis de la cuestión social, dio impulso a la organización
de los católicos para la lucha por los derechos humanos que sentían
avasallados.
Así,
en Argentina, ante lo que consideraban un deterioro de la sociedad, los
católicos se proponían plasmar soluciones en las más diversas áreas,
planteando una cuestión de fondo: transformar el catolicismo en el
principio organizador de la sociedad (Bianchi, 1992).
Entre otras cosas, este movimiento dio lugar al proyecto de creación de
una universidad católica. La misma había sido por primera vez proyectada
en 1884 durante la Primera Asamblea de Católicos Argentinos, reafirmada
en la Primera Pastoral Colectiva de 1899, y su inauguración fue
anunciada durante el Segundo Congreso de Católicos, reunido en 1907 (Zuretti,
1971).
En
el marco de un proceso de creación de universidades católicas que en las
últimas décadas del siglo XIX ya había obtenido abundantes frutos en
Europa, Estados Unidos, Canadá y hasta en Chile, la necesidad de una
universidad católica en Argentina se planteaba en la primera década del
nuevo siglo. El proyecto respondía a los propósitos de ilustrar la fe de
los católicos argentinos; salvaguardar las relaciones entre fe y ciencia,
que según se consideraba, corrían peligro en las universidades
nacionales argentinas con la penetración del positivismo científico y el
socialismo; y formar para el ejercicio de las profesiones liberales, sin
que ello significara perder la fe (Zuretti, 1975).
Desde el punto de vista jurídico, se consideraba que no existía ningún
impedimento para constituir una "universidad libre", dado que la
libertad de enseñanza estaba garantizada por la Constitución Nacional,
motivo por el que sólo se requeriría una ley orgánica que amparase dicho
derecho.
Sin
embargo, durante dos décadas el proyecto había sido demorado en ímprobos
esfuerzos de sortear exigencias técnicas que nunca eran satisfechas. Con
lo cual, no podía concretarse la creación de una universidad católica.
Pero el 11 de mayo de 1909, pese a todos los obstáculos, se firmó el
acta de creación de la anhelada institución de educación superior, en
oportunidad de la Tercera Reunión del Episcopado Nacional. En dicha
acta, se disponía que la misma se inaugurarse el año entrante.
Así, en 1910, tuvo como primer Rector al Presbítero Luis Duprat y como
Vicerrector al Doctor Joaquín Cullen.
En
marzo del año del Centenario de la Revolución, a cargo del Presbítero
Ernesto Mayer, la Psicología fue enseñada por primera vez en una cátedra
privada universitaria en el seno de la Facultad de Derecho, que fue la
primera en funcionar (Zuretti, 1971; 1975).
En
1912, se acordó con el Poder Ejecutivo el otorgamiento de la Personería
Jurídica de la Facultad de Derecho Privada, pero se precisaba, según las
normativas vigentes, la incorporación de la misma a la homónima de la
Universidad Nacional (Zuretti, 1975; Sanguinetti, 1974). En este
sentido, el 25 de abril del año siguiente, se conoció el dictamen
desfavorable del Consejo Superior de esta última. Este dictamen fue
apelado por la Facultad de Derecho Católica, pero la resolución adversa
fue ratificada unánimemente, refutando el argumento de
inconstitucionalidad del monopolio fiscal en materia de educación
universitaria presentado por la Facultad Católica. La negativa se basaba
en que el Estado debía retener para sí el derecho de resguardar los
intereses de la cultura nacional, controlando la colación de títulos que
habilitasen a las profesiones liberales, por la gravedad de los bienes
(salud, fortuna, libertad del prójimo) que el ejercicio de aquéllas
podía afectar (Sanguinetti, 1974).
Tras diversos intentos fallidos posteriores, ya en 1922, al no haber
podido obtener la oficialización de los títulos de parte del Estado, la
universidad debió cerrarse (Sanguinetti, 1974; Zuretti, 1975). Sin
embargo, algunos católicos no podían ver su proyecto resignado. Así, ese
mismo año, con el objetivo de estudiar, defender y propagar la Doctrina
Social de la Iglesia, que no pudo ser concretado mediante la creación de
una universidad católica, se fundaron los Cursos de Cultura Católica,
dirigidos principalmente por los Doctores Atilio Dell´Oro Maini y Tomás
Casares. Esta institución fue gestora de iniciativas de carácter
intelectual y promoción de la cultura de gran envergadura (Amadeo, 1975;
Montejano, 1975). Asimismo nacían en su sede distintas corporaciones
profesionales (Cappagli, 1975; Mendióroz, 1975). Suponemos que en los
Cursos de Cultura Católica la psicología tendría lugar fundamentalmente
dentro de las corporaciones de médicos y abogados, ya que recién después
de 1955 se comenzaron a formar psicólogos en nuestro país. De todos
modos, la disciplina era abordada con seguridad en relación con la
formación general filosófica, de lo que entre muchos ejemplos, son un
testimonio los cursos de Maritain sobre la persona humana (Maritain,
1937) que terminaron resultando tan polémicos (Meinvielle, 1948).
Es
de notar que dentro del catolicismo argentino de este período, la
psicología estaba más bien vinculada a la antropología filosófica, salvo
la temprana obra del cordobés José María Liqueno (Liqueno, 1919;
Caturelli, 2001), la rara excepción de Juan Ramón Beltrán y su
integración del psicoanálisis con la doctrina cristiana (Vezzetti,
1989), o trabajos posteriores a 1930, como el de Leonardo Castellani
doctorado en Psicología en La Sorbona en 1934 (Castellani, 1934/1991;
Piñeda, 2005c), el de Derisi sobre La Psicastenia (Derisi,
1941/1944), o el de Benjamín Aybar vinculado a la psicotecnia y
orientación profesional desarrollados ambos a partir de la década del
cuarenta (Klappenbach, 2002; Piñeda, 2006a).
Así, en el seno de los Cursos se formaron algunos de los profesionales
que luego ocuparían cargos en las universidades católicas de Buenos
Aires que lograran constituirse después de 1955. En sí, los cursos
fueron considerados "la célula de la Universidad Católica sin títulos ni
diplomas" (Montejano, 1975 p.54).
Por
su parte, en Córdoba el semillero fue gestado en torno de las figuras de
José María Liqueno, Monseñor Rodríguez y Olmos, Martínez Villada, Nimio
Anquín que, en el corazón mismo de la Universidad Nacional de Córdoba,
hicieron surgir una generación de católicos vinculados al Instituto
Santo Tomás de Aquino y a la revista Arx (Caturelli, 2001;
Piñeda, 2004; 2006ª), entre quienes se formarían también algunos de los
primeros docentes de la Universidad Católica de Córdoba.
Las relaciones entre Iglesia y Estado volverían a ser críticas hacia la
segunda presidencia de Perón. Si bien, durante la primera experiencia
peronista Iglesia y Estado habían multiplicado mutuas manifestaciones de
apoyo, desde el principio ya se venía observando con preocupación de
parte de la Jerarquía Eclesiástica el avance que el Estado estaba
ejerciendo con relación a ciertas áreas de la sociedad civil, tales como
familia, educación y asistencia social, en políticas caracterizadas como
estatistas (Gallo y otros, 1998). Aún así, en el terreno educativo Perón
había concedido a la Iglesia la mayor libertad de acción desde que
promulgara la ley de enseñanza religiosa en las escuelas estatales,
elemento preciado en el proyecto de catolización de la sociedad como
factor organizador de la misma. Sin embargo, la Jerarquía Eclesiástica
se vio defraudada al no permitírsele el nombramiento de sus docentes
para la instrucción religiosa, y al visualizar cierto giro en el
proyecto educativo del peronismo, que se presentaba ideológicamente a sí
mismo -en lugar del catolicismo- como base de la educación de la "nueva
Argentina", en la exaltación y cuasi-sacralización de sus líderes, y en
la marginación en dicho proyecto de la enseñanza de la religión
(Bianchi, 1992; Lobato & Suriano, 2000).
Para 1954, cuando se derogaba la ley de enseñanza religiosa en las
escuelas de gestión estatal, ya había madurado un radical cambio de
estrategia respecto al proyecto educativo y la catolización de la
sociedad. Esta consistía en mantener al máximo la separación entre
Estado e Iglesia, garantizando la autonomía de la última para poder
ejercer la "libertad de enseñanza", invocando el artículo 14 de la
Constitución Nacional -el derecho a asociarse con fines útiles, profesar
libremente su culto, enseñar y aprender. Esta libertad de enseñanza a la
que se aspiraba, requería que los establecimientos privados pudieran
expedir certificados de estudios y títulos habilitantes. Reconocía el
derecho del Estado a fiscalizar la enseñanza, al mismo tiempo que el
deber de sostener la educación pública, tanto de gestión estatal como
privada, distribuyendo equitativamente el presupuesto (Bianchi, 1992).
Así, se habían ido sentando las bases para que se reimpulsara el viejo
proyecto de constituir una universidad católica. La oportunidad de su
fundación vería un antecedente a comienzos de 1950, antes de que se
agravara el deterioro entre las relaciones Iglesia - Estado, cuando el
profesorado dependiente del Consejo Superior de Educación Católica,
clave para la formación de docentes católicos de niveles secundario y
terciario, fuera adscripto a la enseñanza oficial, representando así un
claro acceso de la Iglesia a la enseñanza superior.
Sin
entrar por ahora en detalle, adelantaremos que mientras tanto, el
gobierno peronista comenzaba a proyectar la creación de la carrera de
psicología en las universidades. El proyecto sobre todo había cobrado
impulso tras la celebración del Primer Congreso Argentino de Psicología
(Tucumán, 1954) en el que la necesidad de formación superior en el campo
de la psicología había sido ratificada (Gentile, 1989; 1997; 2003).
Hasta entonces, no existía ámbito superior de formación de psicólogos en
el país, sin embargo, la psicología había ido ganando renombre como
disciplina de aplicación, sobre todo, en materia laboral y educativa. La
psicotecnia y la orientación profesional fueron lentamente desplazando
los abordajes más bien antropológicos que habían caracterizado las
décadas del veinte y el treinta, en algunos casos, entrecruzándose con
ellos. Hacia la década del cuarenta, y sobre todo tras la Segunda Guerra
Mundial, las tendencias más aplicadas de psicología se fueron
consolidando y ganando un espacio indiscutible en la solución de los
problemas productivos del país. De este modo se preparaba el camino para
la profesionalización de la psicología argentina (Dagfal, 1997a; 1997b;
1998; Klappenbach, 1995ª; 1995b; 2000; 2001a; 2001b; 2002; 2004; 2006;
Klappenbach, Marincevich, Arias & Montoya, 1995; Rossi; 1994; Rossi y
otros, 2001; Rovaletti; 1997).
Para cuando se instauraron las primeras universidades privadas, sobre
todo en las dos dependientes de los jesuitas, la carrera de psicología
sería inmediatamente creada buscando dar satisfacción a estas
necesidades del país, tema sobre el que volveremos más adelante.
Sin
embargo, entre la caída del peronismo y su apertura, aún transcurrieron
unos años de duros enfrentamientos entre Iglesia y Estado, que recién
parecieron resolverse hacia 1959 durante el Gobierno del radical
Frondizi.
En
1955, el gobierno de facto había nombrado Ministro de Educación al
católico Atilio Dell' Oro Maini, mientras las universidades eran
entregadas en manos de reformistas (Sanguinetti, 1974). Dell´Oro Maini,
firmaría en diciembre de ese año, un decreto con el número 6.403, por el
cual se establecía la libertad de enseñanza, básicamente a través del
reconocimiento de las universidades privadas (Bianchi, 1992). En esos
días, las Jornadas Universitarias de Tucumán ya habían concluido
aconsejando una modificación de la ley Avellaneda posibilitando la
creación de universidades privadas, a condición de que éstas otorgaran
diplomas o grados académicos pero no pudieran expedir títulos
habilitantes para el ejercicio de las profesiones liberales, ni
recibieran subsidios de parte del Estado. El movimiento reformista, por
su parte, se mantenía firmemente en la postura de que la universidad
pública no podía, en modo alguno, resignar el derecho exclusivo a
expedir títulos profesionales (Sanguinetti, 1974).
El
decreto impulsado por el Ministro Dell´Oro había sido acordado casi en
su totalidad con los rectores interventores, salvo por el polémico
artículo 28. Este artículo, establecía que la iniciativa privada podía
crear universidades libres, capacitadas para expedir diplomas y títulos
habilitantes, siempre que se sometieran a reglamentaciones que
oportunamente se dictarían.
La
polémica fue intensa y pronto se produjeron violentos alzamientos
estudiantiles, sobre todo en Córdoba. A un año de iniciada su gestión,
las protestas estudiantiles provocaron la renuncia del Ministro, no sin
que antes éste hubiera aclarado que dicha habilitación debía otorgarse,
previo sometimiento de quienes obtuvieran los títulos, a la
fiscalización oficial y examen por parte de los organismos del Estado.
El
decreto cuyo polémico artículo finalmente no fue ni derogado ni
reglamentado por el Gobierno de Aramburu, tras su dictado posibilitó la
inmediata apertura de las puertas de la Universidad del Salvador,
Universidad Católica de Córdoba y la Universidad Católica Argentina, que
pronto reclamarían su derecho a otorgar títulos habilitantes (Agencia
Informativa Católica Argentina, 1959; Anónimo, 1959; Blanco, 1998;
Episcopado Argentino, 1958; Universidad del Salvador, 2002).
Hacia
1958 la Iglesia se mantenía firme en su reclamo del derecho de libertad
de enseñanza en todos los niveles educativos. Mientras tanto, el nuevo
presidente Arturo Frondizi, ya desde su campaña electoral había
formulado declaraciones contra el monopolio oficial en materia de
enseñanza. Su postura a favor de las universidades privadas, que durante
su campaña no había sido tomada en serio por los reformistas, preocupó a
los Rectores de las universidades oficiales, tras lo que el conflicto
"laica o libre" se agudizaba violentamente con agudas manifestaciones en
las calles y también en el ambiente secundario
(Anónimo, 1958; Oivera Lahore, 1959; Sanguinetti, 1974).
Después de numerosos vaivenes, el artículo 28 del decreto impulsado por
Dell´Oro fue derogado. En septiembre de 1958, las modificaciones
introducidas por la ley conocida como "Domingorena", apellido del
Senador de la UCRI que impulsó el voto de su bloque a favor de la tales
modificaciones, ponían fin a la controversia favoreciendo a los "libres"
(Oivera Lahore, 1959), y posibilitando la expansión de la oferta
educativa a nivel superior (Fanelli & Balán, 1994).
Así, transcurrido casi un siglo desde la Encíclica Aeternis Patris
el proyecto de León XIII orientado por el neoescolasticismo, en nuestro
país se vería plasmado en la creación de las universidades católicas.
Las líneas directrices del neoescolasticismo referentes a la persona
humana, para este movimiento directamente incidentes en el campo de la
psicología científica, habían sido ratificadas por Pío XII justamente en
épocas fundacionales de las carreras de psicología en Argentina (Pío
XII, 1953/1967; 1958a; 1958b;). Mientras tanto, ya desde 1900 la
psicología neoescolástica había penetrado e impactado en la psicología
argentina en períodos pre-profesionales (1920-1950) y aún en los inicios
de la profesionalización en universidades estatales (a partir de 1955),
entre las que destacamos la de Cuyo, Córdoba y Tucumán (Piñeda, 2003;
2004; 2005ª; 2005b; 2005c; 2006ª; 2006b). Por su parte, en las
universidades católicas -al menos en el período inicial que estamos
estudiando- las carreras de psicología buscarían ser coherentes con los
principios directrices neoescolásticos mediante el diseño de sus planes
de estudio fuertemente atravesados por una formación teológica y una
filosofía de orientación neoescolástica (Piñeda, en prensa) que se
pondría al servicio de la formación de un nuevo profesional acorde a las
necesidades productivas del país.
La creación de la carrera
de psicología en la
Universidad del Salvador
El
análisis de los respectivos planes de estudio de la carrera de
psicología de la Universidad del Salvador del período 1956 – 1964 (Universidad
del Salvador, 1956; 1957; 1959; 1960; 1964), muestran la evolución del
proyecto educativo desarrollado.
Recordemos que las primeras carreras de psicología del país, diseñaron
sus planes de estudio conforme al modelo llamado Boulder-Bogotá (Gentile,
2003) que privilegiaba una formación científico –profesional del futuro
psicólogo. De todos modos, la Universidad del Salvador más allá de
ajustarse al esquema Boulder-Bogotá, a partir de sucesivas reformas del
plan de estudio, orientaba la evolución de un proyecto institucional
propio acorde a los ideales de una formación no sólo
científica-profesional sino esencialmente católica.
En
primera instancia el plan de 1956 mostraba escasa variación respecto de
planes presentados en universidades nacionales (Horas, 1961; Gentile,
2003; Piñeda, 2003; 2004), más ajustado a las expectativas oficiales, en
contraste con el plan de 1964 que, sin perder lineamientos generales
comunes a los planes de universidades nacionales, refleja una identidad
institucional más definida. Dicha identidad se veía plasmada, en la
articulación de espacios curriculares como teología o multiplicación de
materias filosóficas –que a partir de un análisis sociobibliométrico de
autores y obras referenciados en programas de asignaturas disponibles,
evidencian presencia de lineamientos directrices neoescolásticos, y por
tanto armónico con la fe católica (Piñeda, 2005b; 2006a)-, con lo cual
se propendía no sólo a una formación profesional, sino a una formación
integral humanista y cristiana del profesional.
No
obstante los lineamientos comunes a otras carreras a que hacíamos
alusión, desde el principio la carrera de psicología de El Salvador,
tuvo algunas características peculiares. Mencionaremos ciertos ejemplos
de las mismas en relación a los fundamentos de los planes de estudio, la
titulación, la acreditación de la formación profesional, y algunos
espacios curriculares.
La
fundamentación del Plan de Estudios publicado en 1964 (Universidad del
Salvador, 1964), presentaba como objetivo general de la -para entonces
ya constituida- Facultad de Psicología “proporcionar un conocimiento
estrictamente científico de las estructuras dinámicas del hombre
concreto”. Partiendo de una concepción bien definida de lo que se
entendía por “hombre concreto”, se estructuraba un plan de estudios de
psicología, acorde a dicho enunciado. Así, se planteaba: “como el hombre
concreto en su quehacer humano se manifiesta eminentemente social y
trascendente, el estudio del quehacer humano se prolonga por un lado
hacia el campo de la reflexión filosófica y por otro a las disciplinas
técnicas y sociales”. De manera que a lo largo de los tres ciclos de
formación incluyendo la de Doctorado, se pretendía que el alumno
adquiriera “una síntesis lo suficientemente completa y profunda sobre la
realidad y el quehacer humano” (Universidad del Salvador, 1964,
p. 21).
En
la estructuración del plan de estudios, llama la atención la integración
de los espacios curriculares, tanto desde su fundamento epistemológico y
antropológico, como desde su contenido, respondiendo dicha integración
justamente al concepto de hombre que lo fundamentaba, en torno del cual
cada disciplina cobraba sentido y se armonizaba complementariamente con
las otras desde su objeto formal.
En
la fundamentación se leen definiciones precisas de cuestiones tan
complejas como el modo en que se concibe la conciencia, la salud y
patología mental, el rol de la psicoterapia, y las relaciones entre
pedagogía y psicología, o filosofía, teología y psicología. Es de notar
que en todas estas definiciones se advierte afinidad con concepciones
propias de la psicología neoescolástica que se había difundido a partir
de círculos católicos sobre todo desde la década del veinte, y que había
madurado e impactado en la psicología argentina a mediados del siglo XX
(Piñeda, 2005b; 2006b).
Para mantener coherencia y consistencia en un plan de estudio de una
universidad católica que planteaba lineamientos bien definidos de lo que
se entendía por psicología y prácticas psicológicas, podría pensarse en
la existencia de la necesidad de mantener un discurso único, asegurado
por el monopolio teórico de determinado movimiento. Sin embargo, por el
contrario, análisis sociobibliométricos de autores y obras referenciados
en los programas de las asignaturas psicológicas y filosóficas (Piñeda,
2005b; 2006b) más bien han mostrado que en los inicios de la carrera de
psicología de la Universidad del Salvador lo que predominaba era una
tendencia pluralista y hasta integradora desde el punto de vista de los
enfoques teóricos abordados en las diversas asignaturas, factor que no
ha sido común en las carreras de psicología de la universidad argentina.
En
todo caso, la coherencia y consistencia teórica parecía estar
resguardada por los principios antropológicos que integraban tales
aportes al todo: “el hombre concreto –entendido como ser social y
trascendente- en su quehacer” (Universidad del Salvador, 1964). Así, el
cuño neoescolástico anteriormente aludido, aportaba principios
directrices básicos para la integración (2). De hecho, la síntesis entre
la tradición filosófica y la moderna ciencia psicológica (en términos
del Cardenal Mercier, uno de los líderes de este movimiento: “nova et
vetera”) ha sido uno de los lemas fundamentales que orientaron el
programa del neoescolasticismo (Piñeda, 2006a).
Desde el Plan de 1960 aparece la instancia de formación doctoral. En su
fundamentación llama la atención la articulación curricular entre la
formación de grado y la de posgrado. En efecto, la carrera se concebía
en tres ciclos que eran entendidos como “estadios de madurez y de
orientación del alumno en el decurso de la carrera” (Universidad de El
Salvador, 1964, p. 21). El primer ciclo, de formación básica y el
segundo, de formación más específicamente profesional, comprendían la
etapa de grado tras la que se obtenía el título de Licenciado. El tercer
ciclo era el Doctorado que, con requisitos similares en 1960 y 1964,
estaba orientado hacia tres especialidades: la psicología clínica, la
psicología laboral y la psicología educacional. Con lo cual, el
doctorado –cuyo plan estaba bien estructurado- se concebía como una
instancia de perfeccionamiento y especialización profesional.
Por
otra parte, la carrera de psicología de El Salvador ha presentado
tempranamente titulaciones intermedias como la de Ayudante de Gabinete.
El título de Ayudante de Gabinete estuvo proyectado por lo menos desde
1964, fecha en que se reglamentó. Estaba orientado a “estimular la
responsabilidad profesional en los alumnos” (Universidad de El Salvador,
1964 p. 46), es decir, posibilitar un espacio de formación en servicio
habilitando a cierto ejercicio profesional. Este título podía obtenerse
una vez aprobado íntegramente el tercer año de la carrera y superado el
examen de capacitación en dicha área.
En
este contexto se entiende cómo se propició posteriormente a la apertura
de la Licenciatura en Psicología, un título que, ya para 1964 había
dejado de tener sentido en la mayoría de las universidades estatales del
país. Recordemos que en muchas de ellas la carrera de psicología se
había organizado sobre la base de institutos de psicotecnia, o la
formación psicotécnica había precedido la de psicólogos (Ascolani, 1988;
Gentile, 1997; 2003; Klappenbach, 1995b). Así, el título de Ayudante de
Gabinete cobraba sentido, ya no en un campo en el que no había
psicólogos, sino en un mercado laboral donde se hacían necesarios los
títulos intermedios.
Por
otra parte, desde 1964 se organizó el Profesorado en Psicología, a cuyo
título se podía acceder luego de aprobado el cuarto año de la carrera,
tras la aprobación de cinco materias específicamente pedagógicas:
Pedagogía, Historia de la Educación, Didáctica General y Aplicada,
Política Educacional y Sociología de la Educación.
Otro aspecto distintivo de los inicios de la carrera de psicología en El
Salvador que queremos destacar, se refiere a la acreditación de
conocimientos del futuro egresado.
Nos
resulta peculiar la exigencia de aprobar un “examen de madurez”, el
mismo estaba previsto al menos por los planes de 1956, 1959 y 1960, con
una reglamentación en 1964 (Resolución de la Facultad de Psicología Nº
2/64), derogada al redactarse la definitiva en 1965 (Resolución de la
Facultad de Psicología Nº20/65). El examen era tomado al alumno que
hubiera aprobado la totalidad de materias correspondientes a la
Licenciatura. Éste debía someterse a un Tribunal Examinador presidido
por el Decano, e integrado por el Prefecto de Estudios y tres profesores
de la carrera. Se exponía sobre un tema particular -asignado con tres
horas de anticipación a la evaluación-, enmarcado en un tema general
elegido entre varias opciones por el alumno, con 30 a 45 días de
antelación. En la Resolución no se fundamentaba la necesidad de esta
instancia evaluativa, como tampoco se explicitaba el tipo de temas sobre
los que versaría. Al hacer alusión a la madurez del alumno, es posible
que se evaluaran competencias profesionales y que se propusieran
situaciones problemáticas a resolver, acaso en preparación para el
examen para la obtención del título habilitante que debían rendir en esa
época todos los egresados de universidades privadas aplicados a
profesiones liberales, por disposición del Poder Ejecutivo Nacional
(Decreto Nº 631/62), justamente destinado a salvaguardar los bienes de
terceros, en este caso la salud.
Respecto del diseño curricular, la oferta de cursos presentaba ya en
1956 algunos espacios curriculares poco habituales en los primeros
planes de estudio de psicología del país, como por ejemplo, Psicología
Profunda -entendida como psicoanálisis-, e Historia de la Psicología.
Desde el plan de estudios de 1956 se dictaba Psicología Profunda. La
misma se estudiaba en tres partes (Psicología Profunda I, II y III)
desde el primer año, y estaba a cargo del Dr. Jorge Saurí por lo menos
hasta 1960.
Ya
en el plan de 1964, la asignatura era dictada por el Dr. León
Sapochnick, y la misma había sido compactada en un espacio curricular, y
había pasado a llamarse “Psicología Clínica III: Psicología Profunda”.
Del análisis de contenido de su programa, podemos cotejar que, lo que se
enseñaba bajo ese nombre era una visión freudo-kleiniana del
funcionamiento psíquico normal y patológico. Así, comenzando por el
estudio de los principios psicodinámicos fundamentales, se abordaba
luego la teoría psicoanalítica de los instintos, la topografía freudiana
del aparato psíquico como sistemas y como instancias psíquicas, desde el
punto de vista descriptivo-estructural, primero, y desde el punto de
vista funcional, después. Desde aquí, se analizaba la psicopatología:
aquella de “la vida cotidiana”, y los más complejos cuadros a los que el
psicoanálisis ha buscado respuesta. En una última parte, se le concede
un especial espacio a los conceptos medulares de la obra de Melanie
Klein. Este antecedente cobra relevancia en el marco de la historia de
la enseñanza del psicoanálisis en la institución universitaria, teniendo
en cuenta que la primer cátedra universitaria de psicoanálisis fue
abierta en la Universidad del Litoral en 1959, estando a cargo de José
Bleger. La misma había estado orientada desde sus objetivos a brindar
conocimientos pertinentes a un “psicoanálisis aplicado”, destinado a
enriquecer la formación del psicólogo, otorgándole una visión dinámica
de la realidad que fuera -en términos blegerianos- operante en su
“praxis” u “oficio” de psicólogo (Bleger, 1962).
Por
su parte, del dictado de la materia Historia de la Psicología, prevista
al menos en los planes de 1956, 1957 y 1960, en los tres casos a cargo
del mencionado Dr. Saurí, no se han conservado programas que testimonien
el enfoque de estos cursos. Sin embargo, es de considerar que la
importancia otorgada a la historia de la psicología en la formación del
psicólogo parece haber sido común a las dos primeras universidades
católicas que contaron con la carrera de psicología, ambas dependientes
de la Compañía de Jesús. En efecto, en los archivos de la Universidad
Católica de Córdoba, hemos encontrado registros de que el Profesor Juan
Mocchiutti estuvo a cargo del dictado de Historia de la Psicología entre
1964 y 1965 (Universidad Católica de Córdoba 2003ª; 2003b).
Más
allá del diseño de un determinado plan de estudios y la coherencia
interna en el mismo, es esencial para su implementación acorde a los
fines institucionales la formación y la capacidad docente del plantel de
profesores a cargo del dictado de cada materia. Así, resulta de interés
pasar revista de los perfiles de algunos docentes destacados de la
Universidad el Salvador en el período 1956 – 1965. Los mismos, a su vez,
nos resultan relevantes por su filiación al neoescolasticismo al que
hemos hecho alusión en función de los principios directrices del
proyecto educativo de El salvador.
Por
ejemplo, el Padre Ismael Quiles (Caturelli, 2001), una de las figuras
más destacadas de la Universidad del Salvador, quien tuvo una notoria
participación en la lucha por la oficialización de las universidades
privadas, y que además de haber sido Rector de dicha universidad durante
muchos años, fue docente de Filosofía en la carrera de psicología,
dictando en el período que nos ocupa, Seminario Filosófico (Universidad
del Salvador, 1956).
José María Estrada (1915-1998) fue miembro de los Cursos de Cultura
Católica, y figura central de la revista cultural vinculada a los
cursos: Sol y Luna en torno a quienes se nuclearon, entre otros,
Octavio Derisi, Juan Sepich, César Pico y Héctor Llambías. De
orientación tomista-agustiniana -influyendo en él Maritain, Garrigou
Lagrange, Derisi-, el pensamiento de Estrada también recibió la impronta
de su amigo Michel Federico Sciacca y del existencialismo (Caturelli,
2001; Universidad del Salvador, 1956; 1957; 1959).
Benito Raffo Magnasco, fue miembro de la Comisión Directiva de la
Sociedad Tomista Argentina fundada en 1948, cuyo primer Presidente fue
Tomás Casares. Colaborador de varias revistas como Sapientia,
Ortodoxia y Humanidades (Universidad Nacional de La Plata),
es destacable su traducción de La Justicia, comentario de Santo
Tomás sobre la Ética a Nicómaco publicado en 1946 por los Cursos
de Cultura Católica (Caturelli, 2001; Universidad del Salvador, 1960;
1964).
El
Profesor Juan José Izurieta Craig, fue docente de Introducción a la
Filosofía, al menos entre 1956 y 1957, y de Filosofía II en 1960.
Formado primero con los jesuitas, y después en la Universidad de Buenos
Aires, fue autor del libro Introducción a la Filosofía (1965).
Sin salir de la Escolástica, pretendía someterla a revisión hasta en su
lenguaje técnico (Caturelli, 2001; Universidad del Salvador, 1956; 1957;
1960).
Stan Popescu ha sido docente no sólo en la Universidad del Salvador,
sino también en la Universidad Católica Argentina. Junto a Castellani
(Piñeda, 2005c), de Mahieu y Gueydan de Roussel, ha estado ligado a la
redacción de la revista Dinámica Social en la década de 1950.
Emprendió un análisis histórico descriptivo de psicología política
(título de su libro publicado en 1991) y de temas esenciales de la vida
social (Caturelli, 2001; Universidad del Salvador, 1956; 1957; 1959).
Por
otra parte, entre quienes llegaron a ocupar un lugar en la conducción
universitaria, haremos mención del Prof. Dr. Juan R. Rodríguez Leonardi,
quien había organizado los Institutos Universitarios del Salvador que
precedieron la universidad que más tarde se oficializara. Rodríguez
Leonardi enseñó en la carrera de psicología al menos entre 1956 y 1960,
año en que fue nombrado Decano de la Facultad de Psicología, habiendo
estado a cargo de las cátedras de Psicología del Comportamiento Humano
I, II y III (1956/1957), y Psicología Situacional (1960) (Universidad
del Salvador, 1956; 1957; 1959; 1960).
Otro docente y también Decano de la Facultad de Psicología (1962 – 1970,
por lo menos) fue el Reverendo Padre Doctor Pedro Moyano, S. I., a cargo
de las cátedras de Psicología de la Percepción y Psicología
Fenomenológica I y II en 1964 (Universidad del Salvador, 1964).
Por
otra parte, hemos encontrado registros de que al menos entre 1963 y
1965, el Profesor Miguel Rodríguez Amenábar fuera secretario General de
la Facultad de Psicología, enseñando además Psicología Racional (1960) y
Psicología del Hecho Religioso (1964) (Universidad del Salvador, 1960;
1964).
El
Profesor Doctor Jorge Saurí, por su parte, llegó a ser Prefecto de
Estudios al menos entre 1960 y 1961, y enseñó en la carrera de
psicología las materias Psicología Profunda I, II, III (1956-1960) e
Historia de la Psicología (1960) (Universidad del Salvador, 1956; 1957;
1959; 1960). Saurí ha sido considerado entre los miembros del Primer
Congreso Argentino de Psicología que han sido pioneros en la psicología
de nuestro país (Gentile, 2003).
La carrera de psicología en la Universidad Católica de Córdoba
Desde sus objetivos fundantes, el grupo de profesionales que había
proyectado la universidad (http://wwwucc.edu.ar/portalucc/seccion.php?sec=2&pag=229,
bajado el 26/05/08), en varios sentidos se mostraba ideológicamente
disidente del clima intelectual reinante en la universidad estatal. En
primer lugar, se denunciaba el clima político–partidario que había
inundado las aulas de la universidad estatal, y que por tanto, sujetaba
la dirección de esta institución a constantes fluctuaciones, dado el
contexto político nacional. Así, por un lado, se asistía a un nuevo
golpe de estado del poder militar, que imponía interventores en la
estructura jerárquica universitaria, y por otra parte, se avizoraba un
fuerte avance del socialismo, que se hacía muy visible en la esfera
universitaria. Desde este punto de vista, se consideraba –al igual que
otros lo manifestaban en Buenos Aires en oportunidad de lanzarse a la
fundación de otras universidades católicas (Episcopado Argentino, 1958;
Universidad del Salvador, 2002)- que no existía un ambiente propicio
para el normal desarrollo de los objetivos de una universidad, que debe
esencialmente procurar la búsqueda de la verdad desde los roles de
docente, alumno e investigador.
El
primer Plan de estudios data de 1959 (Dirección Nacional de
Universidades Privadas y Provinciales: Dis. 10035/59) con el que se
otorgaba el título de Licenciado en Psicología. El segundo plan, de
1965, además del título de Licenciado, preveía el otorgamiento del
título de Profesor de Psicología (Dirección Nacional de Universidades
Privadas y Provinciales: Dis. 0003/70). Este profesorado tendría un
tronco común con la licenciatura durante los primeros cuatro años de la
misma, tras los cuales había que aprobar Pedagogía General, y Didáctica
y Práctica de la Enseñanza. Además, ya en ese plan y por Disposición Nº
3/70 de la Dirección Nacional de Universidades Privadas y Provinciales,
la Universidad Católica de Córdoba estuvo habilitada para otorgar el
título de Doctor en Psicología.
Un
primer análisis del plan de estudios de la Licenciatura de 1959 (Universidad
Católica de Córdoba, 1959), nos mostraría –en términos generales- que el
mismo parece guardar características muy similares a otros planes
ofrecidos por universidades estatales (Horas, 1961), perfilando el
clásico modelo Boulder – Bogotá, pareciendo ajustarse al menos en sus
contenidos mínimos al de una universidad estatal.
Así,
se advierte la inclusión de materias psicológicas básicas, como
Psicología I y II, Psicología Evolutiva I y II, Caracterología y
Psicopatología. Por otro lado, varias materias aplicadas, que se
cursaban al menos una por año, pudiendo optar entre varias posibles
según las inclinaciones del alumno. Algunas eran propias de los
intereses de la época, y por tanto, frecuentes en los planes de
universidades nacionales, como Psicología de los Niños Delincuentes y
Anormales, Psicología del Trabajo, Orientación Profesional o Psicología
Militar. Sin embargo, otras áreas de aplicación tal vez puedan
considerarse originales, y relacionadas con los intereses propios de una
universidad católica, como por ejemplo a aquéllas ramas de la psicología
linderas con la teología y la filosofía como Psicología de la Religión.
Como espacios curriculares originales merecen ser destacados: Psicología
Comparada, Psicología Publicitaria y Teoría y Técnicas de Reeducación.
Otra cuestión que resulta llamativa es la preparación que ya desde
primer año se brindaba al alumno sobre los fundamentos de la psicometría.
El temprano dictado de Psicometría en primer año era acompañado en ese
mismo nivel por Introducción Matemática a la Estadística; por
Psicoestadística, en segundo, y la posibilidad del curso electivo en
Análisis Factorial, en tercero.
La
inclusión en el último año de la carrera, de la materia Ejercicios de
Consulta Psicológica, testimonia qué importancia se le otorgaba en la
Universidad Católica de Córdoba a la práctica preprofesional del futuro
psicólogo, a través de un espacio de formación específico.
El
predominio de contenidos curriculares de campos de aplicación de la
psicología; la importancia otorgada a la psicometría, y el espacio de
práctica preprofesional, brindan indicios de otro rasgo esencial del
perfil de egresado buscado. Si la primera nota distintiva era la
formación integral del alumno en coherencia de fe y razón, la segunda
era la formación de un psicólogo profesional. Es decir, el egresado
debía contar con las competencias necesarias para poder dar soluciones a
los problemas de la sociedad.
Por su parte, el segundo plan de estudios de
aquella universidad, enfatizaría aun más el perfil profesional del
psicólogo católico
(Universidad Católica de Córdoba, 1965).
En
efecto, en el segundo plan, se destaca un fuerte énfasis en la formación
teológica del futuro psicólogo que vertebra toda la carrera con la
inclusión de un curso de Formación Teológica por año. Asimismo, se
extendía de 1 a 4 las instancias formativas obligatorias en temas
filosóficos. Haciendo fuerte hincapié en el tema del hombre, se
destinaban dos materias específicas a ello, las cuales, desde la
inclusión de Filosofía de la Naturaleza en segundo año, remite a la
concepción de psicología aristotélico – escolástica, la cual entendía a
la psicología como parte de la misma. Es decir, este ordenamiento
curricular, a la vez estaría orientado a mostrar el ordenamiento del
hombre en el cosmos y su dignidad.
Respecto de la formación filosófica que es la que proporciona los
principios orientadores para la comprensión del hombre en su totalidad
–como objeto de la psicología-, y también la base para la integración de
los diversos abordajes teóricos, es preciso mencionar que muchos de los
miembros del equipo docente de esa área (3) pertenecían o habían
abrevado en el ya referido neoescolasticismo (4).
Por otra parte, en el segundo plan de estudios al
extenderse la cantidad de materias relativas a psicología aplicada
(5)
se enfatizaba en el perfil del egresado la concepción de "psicólogo como
profesional", que debía ser capaz de insertarse en diversos campos
laborales, como agente de cambio y por tal motivo, debía estar
sólidamente
formado en la doctrina católica para lograr
coherencia entre fe y razón en dicha práctica.
En
conclusión, formar un profesional católico, que no fuera un mero técnico
-ya que contaría con una sólida formación filosófica y teológica que
debía aportarle una visión integral del hombre-, estaría en consonancia
con los objetivos fundacionales de la universidad misma, que buscaba
formar profesionales de esta naturaleza.
Finalizando este apartado, quisiéramos agregar algunas cuestiones sobre
el plantel docente que enseñaba en la carrera.
En
primer lugar, nos parece interesante el análisis de su formación. Los
registros existentes entre 1959 y 1965, que recogen datos sobre la mitad
del cuerpo docente, ponen de manifiesto que el 70% de éstos contaba con
formación específica en el campo de la psicología. Graduados como
Profesores en Psicología y Pedagogía o como Licenciados en Psicología en
universidades nacionales, podían aportar un enfoque de la psicología más
orientado desde un perfil profesional que el que pudieran haber brindado
otros docentes de universidades nacionales en sus períodos iniciales,
formados todos ellos de manera autodidacta en psicología o provenientes
de campos afines, como el psicoanálisis o la psiquiatría (Piñeda, 2006a;
Universidad Católica de Córdoba, 2003ª; 2003b; 2003c).
En
segundo lugar, resulta de interés indagar algunas cuestiones relativas a
las instituciones en que fueron formados (Piñeda, 2006a; Universidad
Católica de Córdoba, 2003b). De aquellos docentes sobre los cuales se
registran datos, se puede apreciar que casi el 80% fueron formados en
universidades estatales. Dos, se formaron en el exterior en una
universidad católica, y uno en la misma universidad católica cordobesa,
seguramente siendo uno de sus primeros egresados de la Licenciatura en
Psicología. Respecto a las universidades estatales donde se tituló el
grupo más numeroso, sin duda la de Córdoba fue la que formó a la mayoría.
Este dato no es de despreciar a la hora de establecer rupturas y
continuidades entre los contenidos y lineamientos teóricos que se
dictaban en la institución estatal y de la privada, ya que si bien sus
objetivos podían diferir respeto del perfil del egresado que cada una
proyectaba, en la práctica, muchos de quienes formaron a los primeros
psicólogos en la universidad católica habían recientemente egresado de
la universidad estatal. De todos modos, no parece razonable polarizar
ideológicamente ninguna de las universidades. Después de todo, notables
profesores y reconocidos católicos, que ejercieron sus cátedras en la
universidad privada, también habían constituido el plantel docente de la
estatal, o seguían siendo parte del mismo en forma paralela. Tales son
los casos, por ejemplo, de los profesores Nimio Nanquín, Alberto
Caturelli, Carlos Laguinge y Guido Soaje Ramos. Con ello, solo queremos
marcar que en toda institución, más allá de sus objetivos manifiestos y
de su curriculum explícito, en las prácticas siempre pueden encontrarse
matices y contradicciones con el curriculum oculto.
Por
último, quisiéramos referirnos a tres de las figuras del plantel
docente, por su relevancia y trayectoria destacada.
En primer lugar, rescataremos la figura de Ítalo
Francisco Gastaldi (1920-2003), sacerdote salesiano, doctorado en
Filosofía en Italia (1952-1953) con una tesis sobre El problema de
Dios en la filosofía de René Le Senne. En Europa también tomó cursos
de Teología y Filosofía en la Universidad de Lovaina en Bélgica. En 1959
integró el claustro de profesores del Instituto Internacional Villada
(Córdoba) y de la recién fundada Universidad Católica de Córdoba donde
dictó las cátedras de Filosofía y Teología durante 20 años. En 1976,
después del asesinato de Monseñor Angelelli, Obispo de La Rioja, comenzó
a sentir presiones para abandonar Córdoba y el país. Estuvo alrededor de
un año en España, recorrió luego varios países de Latinoamérica dictando
cursos, y terminó radicándose en Quito (Ecuador) en 1978. Allí
permaneció 22 años, en los que dictó las cátedras de Filosofía y
Teología en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador, con sede en
Quito. Fue también Coordinador del Departamento de Filosofía en la
Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Politécnica
Salesiana de Quito y profesor de Filosofía. En el 2000, viendo su salud
seriamente deteriorada, regresó a la Argentina al seno de la comunidad
salesiana de Santa Fe. Allí falleció poco después de cumplir 83 años, el
9 de Julio de 2003 (Noriega, 2003).
La carrera de psicología en la Universidad Católica Argentina
Octavio Nicolás Derisi, primer Rector de la Universidad Católica
Argentina, y uno de los más altos exponentes del neoescolasticismo
argentino (Caturelli, 1984; 2001) que también hizo sus aportes al campo
de la psicología (Piñeda 2006b) ya en la década del cincuenta cuando
integraba el claustro docente de la Universidad Nacional de La Plata (Derisi,
1948) había concebido un proyecto educativo universitario en el que se
reafirmaban los lineamientos para la educación católica dados por el
Papa León XIII en la Encíclica Aeternis Patris, referida al
comienzo de este artículo.
Derisi definía la universidad como “órgano superior de investigación y
transmisión de la verdad al servicio de la comunidad”, y como tal, debía
constituir un “órgano superior de cultura en todas sus manifestaciones
en cuanto fundadas en la verdad” (Derisi, 1980). Por tanto, su fin
primordial era la investigación y la transmisión o docencia de la verdad
en un nivel superior de la ciencia (tanto positivas, como Teología y
Filosofía, ciencia por sus causas últimas, de modo integrado) o
develación de sus causas en todas sus manifestaciones particulares. Para
Derisi, la consecución de estos fines, se lograba connaturalmente
mediante la universitas o comunidad universitaria, entendida como
la unión de maestros y discípulos en el esfuerzo común por descubrir y
formular la verdad. Desde este punto de vista, la universidad era
definida como comunidad, en tanto lograra ser una comunidad de amor y
amistad fundada en la verdad, desde la cual iluminar la vida para
convertir esa verdad en bien vivido. Así, sus notas constitutivas eran
definidas en función de su esencia y de su fin como una comunidad de
maestros que debía tener autonomía académica y económica para el
cumplimiento de sus fines, participación activa y jerárquica de
profesores y estudiantes en la vida universitaria, y ofrecer extensión
cultural en la comunidad. Derisi enfatizaba en el hecho de que la
universidad, para cumplir auténticamente con su fin, debía formar en un
humanismo cristiano, definido como “el recorrido temporal entre el
hombre tal cual es y el hombre pleno” (Derisi, 1980).
La
concepción de universidad que postulaba Derisi estaba fundada en su
visión sobre el hombre (Derisi, 1950). En efecto, cuando afirmaba que la
universidad tenía como misión formar para alcanzar la plenitud, se
refería a la completa realización de la vida del hombre en cuanto
espiritual (inteligencia, voluntad, facultades operativas subordinadas,
en dirección a la verdad, el bien y la belleza) abierto a la
trascendencia en busca del ser trascendente infinito. Como consecuencia
inmediata, para Derisi, el hombre pleno que debe formar la universidad
mediante la gestación de cultura es el hombre redimido, con lo cual,
para instaurar un humanismo integral la universidad debe generar un
humanismo cristiano. Así, pretende constituir el cristianismo en
principio organizador de la sociedad. Esa sería, desde su punto de
vista, la educación más completa que la universidad pueda otorgar, ya
que conduciría al hombre a su plenitud encaminándolo hacia su fin último
(Derisi, 1941).
Lógicamente, una universidad católica es la que más fielmente podría
llegar a ajustarse a este enfoque. Sin embargo, estas ideas no solo
guiaban el proyecto educativo de Derisi para la Universidad Católica
Argentina, sino que casi una década antes de que la misma se fundara, el
núcleo de estas ideas había sido expresado por el sacerdote en la
Universidad Nacional de La Plata en tiempos en que era Director del
Instituto de Filosofía y publicaba en la revista Humanidades (Derisi,
1948). Con lo cual, el ideal de universidad que proponía no se
restringía a las universidades católicas. Derisi podía expresar su
doctrina sin causar escándalo en una universidad de arraigada tradición
laica y reformista, dado el quiebre institucional que se había producido
tras el advenimiento del peronismo, favoreciendo posiciones católicas y
clericales (Dagfal, 1998; Gallo y otros, 1998).
Tras haber analizado los fundamentos del proyecto educativo de la
Universidad Católica Argentina tal como fue pensado en sus orígenes por
Derisi, pasaremos a referirnos específicamente a la creación de la
carrera de psicología en dicha universidad, cuyos primeros antecedentes
se remontan al Instituto Grafotécnico en 1952.
El
Instituto Grafotécnico había sido fundado en los primeros años de la
década del treinta por el sacerdote español Zacarías de Viscarra, que
estuvo en Buenos Aires hasta 1936, habiéndose vinculado en su paso con
los Cursos de Cultura Católica. Este instituto, desde 1937 bajo el
patrocinio de la obra del Cardenal Ferrari, había sido concebido como
una institución inspirada en principios cristianos pero no confesional.
Fue la primera en contar con una Escuela de Periodismo, que perdura en
la actualidad, y durante su historia fue anexando otras escuelas como la
de Ilustradores, la de Escritores, la de Traductores y la de Cine, que
se fueron cerrando con el paso del tiempo [http://www.grafotecnico.edu.ar/perindex.htm
bajado el 22/12/04].
En
1952 abrió la Escuela de Psicología que, tras cuatro años de estudio
otorgaba el título de Perito Psicólogo. Esta Escuela de Psicología del
Instituto Grafotécnico se suma a los antecedentes que preparaban el
terreno para la creación de las primeras licenciaturas en psicología en
la década del cincuenta, junto a los institutos de psicotecnia y
orientación profesional de universidades nacionales como la Universidad
de Litoral, de Cuyo y de Tucumán.
Contando con el marco legal propicio a partir de la Ley conocida como
Domingorrena de 1959, el 10 de febrero de 1960 la Escuela de Psicología
del Instituto Grafotécnico se erigió en Facultad Libre de Psicología
“Buenos Aires”. El 25 de agosto de 1961 esta Facultad se incorporó a la
Universidad Católica Argentina (UCA), lo cual implicaba dependencia en
lo académico, pero autonomía en lo económico y administrativo (Universidad
Católica Argentina, 1965). En 1961, después que la Facultad Libre de
Psicología se incorporó a la UCA, se creó la Licenciatura en Psicología
(Klappenbach, 2003). Hacia 1965, se otorgaban títulos de Licenciado en
Psicología, al cabo de lo cual existía la posibilidad de optar por el
grado de Doctor en Psicología.
Al
menos hasta 1965, dicha carrera siguió estando a cargo de la Facultad
Libre de Psicología incorporada a la UCA, para ser más tarde asumida en
la estructura de la Facultad de Filosofía que se había creado en 1958
(6).
En
1965 el Plan de Estudios de la Licenciatura en Psicología (Universidad
Católica Argentina, 1965), que constaba de 31 materias, seguía un
esquema muy similar al que guardaban las carreras de psicología de las
universidades estatales descripto como Modelo Boulder-Bogotá (Gentile,
2003). No obstante, al ser incorporada a la Universidad Católica
Argentina, la Facultad Libre de Psicología, que guardaba dependencia de
la universidad en lo académico, debía ajustarse a su proyecto educativo.
Por tanto, este modelo era asumido dentro del proyecto educativo
católico aportando principios rectores cristianos através de abundantes
cursos de filosofía –abordada desde la perspectiva tomista- y de
teología.
Asimismo, el plantel docente, estaba constituido por reconocidos
católicos. En 1965, era Decano de la Facultad Libre de Psicología el Dr.
Julio V. D’ Olivera, constituyendo el Consejo Directivo Humberto Bono y
Osvaldo Paulotti, que por aquella época también eran docentes de la
Licenciatura en Psicología de la Universidad del Salvador
respectivamente a cargo de Psicología General y de Psicosomatología; el
Dr. José Blanco Villaverde, el Dr. Abraham Masovich y el Dr. Eduardo
Abel Pedace. Mientras tanto, el Dr. Miguel Caride cumplía las funciones
de Secretario General.
Más
allá del discurso psicológico profesional que comenzaba a desarrollarse
en la Universidad Católica desde 1961, cabe mencionar que para esa
época, Derisi había incorporado a la estructura de la universidad como
órgano oficial de la Facultad de Filosofía creada en 1958, la Revista
Sapientia que había fundado en 1946, en la que también podía
recibirse un discurso psicológico, aunque de diversas características.
Desde el comienzo, esta revista eminentemente filosófica y esencialmente
tomista, publicaba algunos artículos sobre psicología –entre cuyos
prestigiosos colaboradores por ejemplo cabe destacar al italiano
Agostino Gemelli-, y en la sección de comentarios de libros dedicaba
cierto espacio a volúmenes correspondientes a esa materia –en especial a
clásicos tratados y manuales de psicología de orientación neoescolástica
(Piñeda, 2005b) como los de Jolivet (1941), Barbado (1947), De La
Vaissiere-Palmés (1952), Brennan (1952) o ensayos como el de García de
Hoz (1950)-, casi siempre comentados por Monseñor Blanco, que además era
el Secretario de Redacción de la revista. Asimismo, algunas de las
noticias y crónicas sobre congresos o sociedades científico-filosóficas
que se incluían eran de competencia para la psicología. En estos
espacios dedicados a la psicología, si bien pequeños, no despreciables,
se podía leer un discurso más bien de tipo antropológico de preferencia
neotomista, lo cual era comprensible en el marco de una revista
filosófica, que a la vez reflejaba la línea de trabajo de su director y
colaboradores como Blanco.
Así,
la incorporación de la Facultad Libre a la estructura académica de la
Universidad Católica Argentina y la creación de la licenciatura a que
dio lugar, marcan el ingreso de un discurso psicológico profesional en
la mencionada universidad, hasta entonces caracterizada por un terreno
donde predominaba el discurso antropológico, que preexistía a la carrera
de psicología a través de Sapientia en figuras como Derisi o
Blanco que solían contribuir en dicha publicación con artículos
psicológicos, o de la psicología que se dictara en la Licenciatura en
Filosofía y en Psicopedagogía creadas en 1958 en la Facultad de
Filosofía.
Conclusiones
El
proyecto educativo de León XIII surgido del entorno cultural
neoescolástico se concretó en Argentina a nivel superior casi un siglo
después de su concepción, tiempo en el que las condiciones políticas y
sociales del país sufrieron grandes transformaciones. No obstante, las
necesidades de armonizar fe y razón que le habían dado origen a dicho
proyecto fueron mantenidas. Así, el contexto en el que efectivamente el
proyecto educativo neoescolástico tuvo recepción en la institución
universitaria argentina habría orientado la conformación de las carreras
de psicología en las tres primeras universidades católicas hacia un
perfil de egresado profesional católico comprometido con los desafíos
socio-productivos del país. El ideal neoescolástico se ponía al servicio
de la profesionalización de la psicología.
El
discurso profesionalista en la psicología de tales universidades
católicas estaba a tono con las tendencias nacionales, a veces tomando
la delantera en el diseño curricular de los planes de estudio mediante
la variedad de cursos tanto obligatorios como optativos en las diversas
ramas de aplicación de la psicología.
Más
allá de las peculiaridades propias de universidades con identidad
católica, los primeros planes de estudio guardaban los lineamientos
comunes a universidades nacionales necesarios para la acreditación del
título. En todo caso, los espacios institucionales esenciales a dicha
identidad estaban dados por la teología y la filosofía que atravesaba
toda la formación del alumno. Mediante ésta se pretendía dar una visión
integral del hombre arraigada en el neoescolasticismo, que pretendía
propiciar la integración teórica en el campo psicológico y que fuera
armónica con la fe católica.
En
esta tarea, ha sido clave la figura de los primeros docentes que
estuvieron a cargo de la formación de los primeros psicólogos graduados
de las universidades católicas.
Como el marco filosófico en el que las carreras de psicología fueron
creadas en las universidades católicas que han sido objeto de este
estudio se cimentaba sobre el neoescolasticismo, hay que advertir que
dicho movimiento experimentó un decaimiento en su fuerza instituyente
como filosofía oficial de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II. En
esa época ingresaron a la Iglesia ciertos discursos modernistas que
fueron desplazando la tradicional philosophia perennis. En efecto,
después de 1965 se ha registrado cierta caída en el influjo de la
psicología neoescolástica en la psicología argentina. Con lo cual, cabe
el interrogante acerca del impacto de dichos cambios en los proyectos
educativos y en la vida institucional de cada una de estas
universidades, teniendo en cuenta, por ejemplo, que la carrera de
psicología en la Universidad Católica de Córdoba fue cerrada en 1976 en
el marco de los turbulentos años en que en Argentina se produjo la
última dictadura militar.
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Notas
-
(1)
Agradecemos la generosa disponibilidad del
personal jerárquico y administrativo de la Universidad Católica de
Córdoba, Universidad del Salvador y Universidad Católica Argentina que
posibilitaron el rastreo documental en el que se basa el presente
estudio.
[volta]
(2)
Así,
sin pretender una mención exhaustiva de los abordajes teóricos
referenciados, a la par de autores de orientación psicoanalítica (Freud,
Klein, Alexander, Fenichel, Sullivan, Horney, Hartman, Fromm, Rank,
Stern, Klineberg, Jones, Jung, Mead, Rascovsky), encontramos autores
englobados dentro de la Tercera Fuerza ya muy heterogéneos entre sí aún
sólo teniendo en cuenta aquéllos enrolados en existencialismo y
humanismo (Binswanger, Frankl, Bühler, Allport, Spranger); del campo de
la fenomenología (Ey, Merleau Ponty, Jaspers, Scheler, Brentano);
vinculados a la Gestalt y teoría del campo (Koffka, Köehler, Lewin);
teorías dinámicas instintivistas (MacDougall); funcionalistas (James);
conductistas (Watson), movimiento de los tests mentales y análisis
factorial (Catell, Spearman); reflexología rusa (Betcherev);
intuicionismo interiorista (Bergson) y psiquiatría francesa (Bernard,
Dumas, Pièron, Ribot, Wallon); autores hispano/americanos de inspiración
cristiana pero de orientación ecléctica como Mira y López, Ortega y
Gasset, Siguán, Yela, Julián Marías, Plácido Horas; y otros autores como
Guillaume, López Ibor, Szekely, Lersch, Jaensch, Claparede, Kretchmer,
Müller, Gessell, Piaget, Eysenk, Woodworth, etc.
Por su parte, dentro del neoescolasticismo, mencionamos como autores más
citados en los programas de la carrera de psicología de la Universidad
del Salvador a Gemelli; en segundo lugar, Dwelshauvers; en tercero
Brennan; en cuarto, Nuttin y Michotte, y por último, Fröbes y De la
Vaissiere. A su vez, de estos autores, las obras de mayor circulación,
parecen haber sido Introducción a la Psicología, Psicología
Evolutiva, La Orientación Profesional (Gemelli), Tratado
de Psicología (Dwelshauvers), La Percepción de la Causalidad
(Michotte) y Psicología General (Brennan) (Universidad del
Salvador, 1964; Piñeda, 2005b; 2006b).
[volta]
(3)
Ernesto Carranza Reynoso; Gustavo Adolfo
Casas; Alberto Caturelli; Cesáreo López Salgado; Sixto Hernán Castellano;
Ítalo Francisco Gastaldi; Olsen Antonio Ghirardi; José María Fragueiro;
Carmen Kriemhilde Penella; Alfredo Fragueiro; Guido Soaje Ramos y Nimio
Anquín. [volta]
(4)
Nos
referimos a Guido Soaje Ramos, vinculado a los Cursos de Cultura
Católica; al tomista Nimio Anquín; al suarista Alfredo fragueiro; al
salesiano Ítalo Francisco Gastaldi, y a Alberto Caturelli, que entre
otras ha recibido influencias de escolásticos como Santo Tomás y Duns
Scoto y su obra a veces ha sido clasificada entre el agustinismo y el
“interiorismo realista” (Caturelli, 1971). [volta]
(5)
Se destaca la inclusión de algunas
materias obligatorias como Análisis Factorial; Psicología Publicitaria,
Ejercicios de Consulta psicológica, Psicología Religiosa; Psicología
Militar, Organización del Trabajo o Teoría y Técnica de Reeducación,
como materias relativamente novedosas, si comparamos el diseño
curricular de la carrera de Psicología en la Universidad Católica de
Córdoba con la de la Universidad Nacional de Córdoba (Piñeda, 2004). [volta]
(6)
En
1958, de la Facultad de Filosofía dependían las recientemente creadas
Licenciaturas en Filosofía y Licenciatura en Psicopedagogía. En 1975 la
Facultad de Filosofía se unificó con la Facultad de Letras -creada en
1959 sobre la base de un Instituto fundado el año anterior-, para
constituirse en Facultad de Filosofía y Letras. Entre quienes
conformaban el plantel docente en los primeros años de la Facultad de
Filosofía, Octavio N. Derisi, Héctor Llambías, Juan A. Casaubón, Benito
Raffo Magnasco, Héctor D. Mandrioni, Gastón Terán, Guillermo P. Blanco,
Guido Soaje Ramos, José María de Estrada, Francisco Nóvoa, etc.
(Blanco, 1998). [volta]
Nota
sobre la autora
María Andrea Piñeda:
Licenciada en Psicología, docente e investigadora de la
Universidad Nacional de San Luis, Argentina.
Miembro del PI: “Conformación de la psicología como profesión regulada
en Argentina. Estudio comparativo con la conformación de la psicología
como profesión regulada en la Unión Europea.”. Becaria de Ciencia y
Técnica de la UNSL. Contacto: Ejército de los Andes 950, Edificio
Plácido Horas (4º Bloque), 2º piso, Box 71- CP 5700 - San Luis.
E-mail:
mapineda@unsl.edu.ar
Data de recebimento: 28/07/2006
Data de aceite: 30/11/2007
Memorandum 12, abril/2007
Belo Horizonte: UFMG; Ribeirão Preto: USP
ISSN 1676-1669
http://www.fafich.ufmg.br/~memorandum/a12/pineda03.htm