Introducción
Este trabajo pretende
rastrear los antecedentes y los inicios de la carrera de psicología en la
Universidad Nacional de Córdoba (1),
y determinar la influencia que el movimiento neoescolástico, o "Escuela de
Lovaina" (Piñeda, 2002) tuvo en el campo de la psicología de esta
institución, durante el período pre-profesional y en los inicios del
proceso de profesionalización.
Para la adecuada comprensión del problema que se propone, se hace
necesario enmarcar el mismo en un contexto que debe tener en cuenta por lo
menos tres factores. En primer lugar, una caracterización general de la
historia de la psicología argentina entre las décadas del 30 y del 50. En
segundo lugar, el neoescolasticismo como movimiento mundial y su impacto
en nuestro país. Y por último, consideraciones respecto de la historia de
la carrera de psicología de la Universidad Nacional de Córdoba.
Numerosas investigaciones historiográficas han dado cuenta de la
psicología argentina de esta época. En este sentido, para una visión
general de este complejo tema, resultan dignos de mención los desarrollos
de Gentile (2003), Rossi (1994; 2001) y Rovaletti (1997). Por su parte,
Klappenbach (2004; En prensa), ha realizado una periodización de la
psicología argentina que a los fines de nuestro estudio, resulta muy útil
para la comprensión de lo que él llama el “segundo” y “tercer período”:
1918-1940, y 1940-1960, respectivamente. En el segundo período -que García
de Onrubia había descripto como de “vacío de la psicología” (Bortnik,
1992); Papini y Cortada de “retroceso y decadencia de los modelos
experimentales” (Papini, 1976; 1978; Cortada, 1978)- Klappenbach analiza
que más bien parece haber predominado una psicología filosófica en el
marco de una reacción antipositivista o superadora del positivismo. La
misma, propició la influencia de diversas corrientes filosóficas
espiritualistas al campo psicológico, como la fenomenología, el
existencialismo y también el neoescolasticismo (Klappenbach, 1999; 2002).
Durante el tercer período, caracterizado por sus tensiones entre una
psicología filosófica y una psicología aplicada (Klappenbach, 2001; 2002ª;
En prensa), es donde se produce, a partir del impulso del Primer Congreso
Argentino de Psicología de 1954 (Gentile, 1997) -fuertemente avalado por
el Estado Nacional, y profundamente identificado con sus políticas-, la
creciente profesionalización de la psicología argentina (Klappenbach,
1995). Varios estudios han profundizado sobre la creación de las primeras
carreras de psicología instauradas en universidades del ámbito estatal (Gentile,
1989; Klappenbach, 1995ª; Klappenbach et. al., 1995; Dagfal 1997; 1997ª;
1998; Piñeda, 2003) como privado (Piñeda, 2004; 2004ª), a cuyo campo el
presente estudio pretende hacer su contribución.
En
segundo término, entrecruzándose con los problemas de la historiografía de
la psicología argentina antes descriptos, se hace necesario considerar el
desarrollo histórico del movimiento neoescolástico. El mismo se enmarca
dentro de una reacción antipositivista, que busca la solución en una
propuesta de renovación de la filosofía de principios escolásticos
-principalmente tomista y suarista- mediante la integración de la misma
con corrientes filosóficas modernas, y fundamentalmente, con los problemas
y desarrollos de la ciencia moderna, entre ellas y de un modo estelar, la
psicología. Desde esta perspectiva, el neoescolasticismo aboga por una
visión integral del hombre considerando esencialmente su dimensión de ser
libre y trascendente, desde la cual pretende fundamentar una psicología
científica que tenga en cuenta en el abordaje de su objeto formal, la
totalidad humana, sin reduccionismos ni determinismos.
Este movimiento, que reconoce sus primeros antecedentes en Europa a
mediados del siglo XIX, se institucionalizó hacia 1880 con el explícito
aval del Papa León XIII, contando entre sus principales líderes al
Cardenal Mercier desde la Universidad de Lovaina (Bélgica). Dicha
institución no sólo resulta de importancia para la consideración de una
filosofía neoescolástica, sino también para una psicología científica
enmarcada en estos principios. Más allá de Bélgica, el movimiento tuvo
gran impacto entre otros países, en Italia, Francia, España, Alemania,
Canadá, Estados Unidos, y también en América del Sur (Misiak, 1954; Piñeda,
2002). Los primeros indicios de recepción en Argentina, datan de fines de
1890, justamente en la ciudad de Córdoba, en la figura de José María
Liqueno (Caturelli, 2001, p. 649-650). Sin embargo, su mayor difusión
encontró terreno propicio en la década del veinte y treinta en torno a los
Cursos de Cultura Católica (Zuretti, 1975), y fuera del ámbito
estrictamente católico, en el mismo Colegio Novecentista liderado por
Coriolano Alberini (Pró, 1960, p. 83; 1980). El neoescolasticismo, parece
haber penetrado en el discurso psicológico argentino, fundamentalmente
entre 1935 y 1960 (Piñeda, 2004c; 2004d), como hemos referido, período
preprofesional: apto para la recepción de corrientes espiritualistas, e
inicios de la profesionalización, en que se registran ciertas tensiones
entre la antropología filosófica y la psicología aplicada.
En
tercer término, referiremos que la Universidad de Córdoba –que había sido
la primera institución educativa de su naturaleza en Argentina-, estuvo a
lo largo de su historia fuertemente vinculada al catolicismo. Fundada por
los jesuitas, tras su expulsión, quedó en manos primero de franciscanos y
más tarde del clero secular, para pasar a ser laica recién a finales del
siglo XIX.
La
Facultad de Filosofía había sido la más antigua del país, funcionando
ininterrumpidamente desde sus orígenes en la Facultad de Artes, en 1614,
hasta que alrededor de 1890, por el avance del positivismo y la
profesionalización se vió condenada a la parálisis, y la filosofía pasó a
enseñarse en la Facultad de Derecho. Fue a partir del impulso de católicos
que trabajaban dentro de la UNC, que se sentaron las bases para la
reinstauración de la antigua Facultad, en 1922, con la creación del
Seminario de Filosofía en la Facultad de Derecho, y en 1933, con la
constitución del Instituto de Filosofía que desde el comienzo tuvo
estructura de Facultad con potestad para entregar grados (Caturelli, 1971,
p.27).
En
el seno de la Facultad de Filosofía y Humanidades, en 1958, se creó la
Licenciatura en Psicología. Anteriormente, en 1956 se había creado en la
misma Facultad, el Profesorado en Psicología y Pedagogía dependiente de la
Escuela de Psicología y Pedagogía, siendo considerada antecedente directo
de la futura licenciatura. No obstante, al menos desde 1937, ya se
dictaban cursos de Psicología en aquella Facultad.
En este marco, hemos
rastreado documentos con el objetivo de identificar a las figuras más
destacadas del neoescolasticismo cordobés que influyeran en el campo
psicológico de esta comunidad universitaria, así como la recepción y el
impacto que este movimiento tuviera en la universidad cordobesa en los
distintos períodos señalados.
En base a fuentes
documentales, hemos realizado el siguiente análisis: a) de los programas
de cursos de filosofía y psicología dictados entre 1937 y 1957; b) de los
planes de estudio del antiguo profesorado y de la licenciatura que se creó
posteriormente; c) del contenido y bibliografía de los programas de los
cursos dictados en dichos planes de estudio.
A
partir de dicho análisis, intentamos identificar por un lado, los docentes
que sustentando una postura neoescolástica habrían sido parte de este
movimiento; y por otro, la circulación que puedan haber tenido algunos
libros de texto de psicología de autores neoescolásticos.
Asimismo, compararemos longitudinalmente, el impacto que la "Escuela de
Lovaina" causara en el campo psicológico de la UNC, estableciendo posibles
rupturas y continuidades en tres momentos históricos diferentes: el de
gestación de la Facultad, dominado por un ambiente fuertemente tomista; el
de la creación del Profesorado de Psicología y Pedagogía, y el de los
inicios de la carrera de psicología propiamente dicha.
El Neoescolasticismo y
la organización de la Facultad de Filosofía.
Los primeros cursos de Psicología
La creación de la
Facultad de Filosofía, en donde en la segunda mitad del siglo XX se
organizaría la carrera de psicología, estuvo muy vinculada desde su cuna
al movimiento neoescolástico –y más específicamente a la renovación
tomista- que, como se mencionó, comenzó a tener lugar en la UNC desde
finales del siglo XIX. En efecto, docentes influenciados por este
movimiento, también vinculados al Seminario de Córdoba, al Colegio de
Montserrat y al Instituto de Filosofía Santo Tomás de Aquino que publicaba
la Revista Arx, gestaron un clima intelectual que se
institucionalizó en la UNC a partir de 1933, con la creación del Instituto
de Filosofía, que después de 1940 se convirtió en la Facultad de Filosofía
y Humanidades (Caturelli, 1971, p.190).
Tomando los aportes de
Alberto Caturelli (1971), quien ha estudiado extensamente la historia de
la Universidad Nacional de Córdoba, mencionaremos entre los impulsores del
neoescolasticismo en esta universidad, a Nemesio González (1866 - 1929),
cuya tesis doctoral sobre La Escuela Positivista (1890) constituyó
una de las primeras críticas argentinas al positivismo, junto a José María
Liqueno (1877 – 1926),
uno de los más importantes impulsores del neotomismo en Córdoba; Mons.
Audino Rodríguez y Olmos (1888 - 1965), apologista del Tomismo;
Luis Martínez Villada (1886 –
1959), Profesor de Filosofía en la Facultad de Derecho y creador de la
Revista Arx, y Sofanor Novillo Corvalán (1881 – 1965). Este
último fue docente en la Facultad de Filosofía y Derecho de la universidad
cordobesa, creando en dicha Facultad el Seminario de Filosofía. Llegó a
ser Rector de la UNC, y fue en su gestión, desde 1932, cuando se comienza
a proyectar la organización el Instituto de Filosofía que sentaría las
bases para la Facultad. La comisión encomendada por el Rector para este
cometido, había estado constituida por Enrique Martínez Paz, Raúl Orgaz,
Luis Martínez Villada, Nimio Anquín, y Emilio Gouiran, quien fuera su
primer Director. Cuando en 1940, se amplía el Instituto de Filosofía
incorporando en su estructura el Instituto de Historia, pasa a llamarse
"de Filosofía y Humanidades", ingresando una figura de relieve
internacional como Rodolfo Mondolfo, ajeno al movimiento que venimos
estudiando (Caturelli, 1971, p.179 - 190).
Es de destacar que la mencionada Revista Arx que editaba el
Instituto Santo Tomás de Aquino, nucleaba en torno a Martínez Villada a
talentos más jóvenes que esa primera generación de tomistas, como Manuel
Río, Rodolfo Martínez Espinosa, Nimio Anquín, Alberto García Vieyra y
Guido Soaje Ramos. Este último, sería el fundador de la Semana Tomista
(Caturelli, 1971, p. 188), y se desempeñaría como docente en los primeros
años de la carrera de psicología de la Universidad Nacional de Cuyo
(Piñeda, 2003).
De todas las figuras antes mencionadas, dos estarían directamente
vinculados a la psicología cordobesa: José María Liqueno y Emilio Gouiran.
José
María Liqueno, cuyos desarrollos se inscriben principalmente en el campo
de la psicología metafísica, consideraba que esta rama de la filosofía era
complementaria a la psicología empírica. La segunda sería la base de la
primera y a su vez, ambas contribuirían al estudio del hombre total, sin
parcializaciones. En cuanto a la psicología empírica se refiere, Liqueno
principalmente tomaba los aportes del italiano Agostino Gemelli y
realizaba un esfuerzo por integrar diversas teorías de otros autores
modernos como Wundt, Pièron, Grasset o James, y polemizaba con José
Ingenieros sobre las propiedades y facultades del alma (Caturelli, 1971,
p.183).
Emilio Gouiran (1909 - 1955), fue el primer Director del Instituto de
Filosofía. Dictó al menos en 1937 un curso de Psicología. Si bien dentro
de una línea tradicional de pensamiento, se ha visto muy influenciado por
Blondel, Pascal, Maine de Birán, Lavelle y Jaspers (Caturelli, 1971, p.
203).
Por
otra parte, Caturelli (1971) destaca otras tres figuras vinculadas
específicamente al tomismo, que por su desempeño como docentes e
investigadores han contribuido al campo de la psicología en la Universidad
Nacional de Córdoba en este primer período.
El
primero, Mons. Filemón Castellano, cuya labor estuvo dedicada a la
Filosofía de la Religión y la Psicología, donde se dedicó, sobre todo, a
la caracterología, tema sobre el cual dictó varios cursos en la Facultad (ver
Anexo C, tabla nº 1).
La
segunda figura de importancia para el neoescolasticismo y la psicología en
este primer período de la Facultad de Filosofía es el Padre Héctor Luis
Torti, cuyo manual de Psicología (Torti, s/f) muestra una integración de
todos los temas clásicos y su concepción espiritualista del hombre con las
exigencias de la psicología moderna, evidenciando -sobre todo en temas de
la personalidad- fuerte influencia de Spranger y Adler.
En
tercer lugar, hacemos referencia al Dr. Ramón Brandán (1891 – 1968) médico
y filósofo que practicaba una medicina psicosomática de base religiosa.
A partir de todos estos
autores, es posible visualizar la recepción del neoescolasticismo en la
temprana psicología cordobesa. Aún más, por otro lado, el impacto de este
movimiento en este terreno puede verificarse de modo significativo en el
período anterior a la creación de la carrera de Psicología y Pedagogía, al
menos desde 1937, a través del análisis sociobibliométrico
(2) e la siguiente documentación existente en el Archivo de la
Facultad de Filosofía: listado de 16 conferencias de 1937, y 24 programas
de cursos sobre temas psicológicos que la Facultad de Filosofía y
Humanidades dictaba entre 1937 y 1957
(ver Anexo C, tabla n° 1).
Dicho impacto es
registrado en primer lugar, en profesores en cuyos cursos se abunda en
contenidos y citas relativas a este movimiento, pareciendo adherir
doctrinariamente al mismo. Tales son los casos de los Profesores Filemón
Castellano, Alfredo Fragueiro, Hilario González, Emilio Gouirán, Carlos
Laguinge
(3), Raúl Alberto Piérola, Francisco Torres, y Carlos A. Tagle.
En
segundo lugar, verificamos el impacto de la Escuela de Lovaina, en la
circulación de textos de autores neoescolásticos citados en la
bibliografía de los cursos (ver
Anexo C, tabla n° 2). En 6 materias, se registran referencias a 26
obras, una de ellas, citada dos veces, con lo cual el número de
referencias a obras y autores neoescolásticos asciende a 27.
Así, el autor más citado
es Etienne Gilson: 6 veces; siguiéndole con 3 citas, Agostino Gemelli;
compartiendo el tercer lugar con 2 citas: Tomás de Aquino, Manuel Barbado,
Regis Jolivet, José Laburu, Joseph Lindworsky y E. Peillaube. En cuarto
lugar, con solo una cita: O. Derisi, G. Dwelshauvers, A. Ennis, J. Fröbes,
J. Nuttin e I. Quiles.
De
las 26 obras de estos autores, cabe destacar que 9 eran netamente
filosóficas, no directamente relacionadas a la psicología, aunque con
relación al problema del hombre, el resto todas eran textos directamente
relacionados con la psicología: 4 de antropología filosófica y 14 de
psicología científica.
Y por último, como
tercer elemento de análisis considerado para establecer el impacto del
neoescolasticismo en la Facultad, mencionamos los autores neoescolásticos
que explícitamente eran propuestos como contenido de los programas en
cuestión.
En el conjunto de estas
6 materias, sin duda, el autor más estudiado entre aquéllos de interés
para el neoescolasticismo, es Tomás de Aquino, propuesto como contenido 8
veces. Síguele Francisco Suárez, 2 veces propuesto; y por último, con una
cita: Agostino Gemelli, Jacques Maritain y Desiré Mercier
(ver Anexo C, tabla n° 3).
Así,
profesores influenciados por el neoescolasticismo, autores neoescolásticos,
y textos de neoescolásticos que circulaban en la Facultad, serían indicios
claros de una significativa recepción del neoescolasticismo en la temprana
psicología en la universidad cordobesa, al menos en las dos décadas
inmediatamente anteriores a la creación de la carrera de psicología y
pedagogía.
La carrera de Psicología
y Pedagogía
Sin dejar de tener en
cuenta los cursos, seminarios y conferencias centrados en temas
psicológicos que la Facultad dictaba al menos desde 1937, podemos
considerar como antecedente directo de la carrera de psicología en la
universidad de Córdoba, la creación de la carrera de Psicología y
Pedagogía que se constituyera a partir de 1956, que daría cuenta de una
progresiva maduración del campo psicológico y a su vez, irían abonando el
terreno a la profesionalización del mismo.
En 1956 se creó la
carrera de Psicología y Pedagogía, en el seno de la Facultad de Filosofía
y Letras, dado que sus autoridades
(4) consideraban que la madurez alcanzada por los estudios
psicológicos ameritaba su inserción en el cuadro de los estudios
universitarios.
Según consta en la
Resolución de la Facultad que autoriza su creación (Resol. N°40/56), su
organización había sido impulsada desde los centros de estudiantes,
miembros de organizaciones de egresados, y profesores de psicología y
otras disciplinas afines a las humanidades de la universidad, cuyos
estudios preliminares habrían tomado como modelo para la organización de
la nueva carrera, las existentes en diversas universidades extranjeras, y
otras Facultades de Filosofía y Letras del país.
Para su constitución, se había aprovechado la existencia de la Escuela de
Pedagogía de la que dependía la carrera del mismo nombre, la cual –tras la
incorporación de materias estrictamente psicológicas destinadas a
completar la formación prevista -, debieron transformarse en Escuela de
Psicología y Pedagogía, y Carrera de Psicología y Pedagogía,
respectivamente.
Así, el título que
otorgaba esta carrera era el de Profesor en Psicología y Pedagogía.
Con todo, respecto al
perfil del egresado, merecen hacerse algunas consideraciones, ya que de la
lectura de los considerandos que fundamentaban la resolución de creación
de la carrera, se podrían colegir dos discursos paralelos -aunque no
necesariamente contradictorios-, cuyas tensiones se verían plasmadas en el
plan de estudios.
En primer lugar, se
advertía la necesidad de formar profesionales altamente habilitados para
atender a problemas que se suscitaran en los diversos órdenes de la
actividad comunitaria. En ese sentido, se privilegiaban tres áreas de
interés: la industria, la atención de anormales e inadaptados, y la
educación. Por tanto, se manifestaba la intención de formar especialistas
capaces de aplicar conocimientos psicológicos al campo de la industria, la
medicina y la educación.
Para lograr este
cometido, el alumno cursaría durante los dos últimos años de su carrera,
seminarios de investigación “en los respectivos gabinetes del Instituto de
Psicología”. Estos seminarios estarían destinados a que el alumno,
mediante “estudios y prácticas intensivas” pudiera “dominar un repertorio
de conocimientos técnicos y prácticos” (Resol. N° 40/56 p.2)
indispensables para el ejercicio profesional, y se especializara en alguna
de estas áreas.
En síntesis, con la
creación de la carrera de psicología y pedagogía, se buscaba la formación
de profesionales cuyo quehacer estaría orientado a la psicotecnia.
A partir de esta
fundamentación, en segundo lugar, se observa en los posteriores
considerandos de la resolución cierto cambio de discurso. Así, se advertía
la necesidad de que junto al cursado de materias psicológicas se
incorporaran "materias propiamente filosóficas y de carácter formativo en
el sentido de otorgar al estudiante un amplio horizonte espiritual". Esto
tenía el objetivo de "impedir [...] que en la Facultad prospere el
espíritu de estrecha especialización, de modo que nuestros egresados en
Psicología no sean meros técnicos del alma ciegos al fenómeno humano len
su totalidad" (Resol. Nº 40/56, p.2). Se debía asegurar a los estudios
psicológicos "el carácter teórico y desinteresado que corresponde a los
que se efectúan en esta Casa de Estudios, de modo que el pragmatismo y la
tecnología subyacentes en el ejercicio empírico de la Psicología no
agrieten la solidez de las investigaciones humanísticas, sino que, por el
contrario, las complementen y enriquezcan según los imperativos de una
sana integración espiritual, propiciadas por las corrientes de pensamiento
más hondas de nuestro tiempo" (Resol. N° 40/56 p.2).
Desde este punto de
vista, entendemos que se pensaba para la psicología un lugar singular,
tanto desde el punto de vista epistemológico, como desde el punto de vista
organizativo de la Facultad en que se insertaría este nuevo campo.
Así, se concebía que la
psicología "encontraba su fundamento en la filosofía", y por otro lado,
que en su aplicación práctica derivaba en la pedagogía. Por todo esto, la
creación de la carrera de psicología y pedagogía encontraba su lugar en la
Facultad de Filosofía, sobre todo proyectándose hacia la práctica
educativa. Por lo cual, se abría el nuevo campo científico en el seno de
la Escuela de Pedagogía que se transformaba para darle lugar a la
disciplina teórica, y por tanto preeminente, que alimentaría la práctica
de que era objeto dicha Escuela.
El perfil de egresado
que se explicitaba tras estos considerandos, consistía en aquél
"especialmente abierto [por la aproximación de estas tres grandes
disciplinas] a la comprensión de los problemas humanos y profesionalmente
apto para el ejercicio de la docencia y de la investigación" (Resol. N°
40/56 p.2).
Sin embargo, aún cuando
se anunciaba un perfil claramente profesional orientado a dar respuestas a
problemas de diversas esferas de la vida humana, el título otorgado era el
de Profesor con lo cual cabe plantearse hasta qué punto el plan de
estudios satisfacía ese perfil profesional.
Como podrá advertirse
del análisis del plan de estudios
(5)
(ver Anexo, Tabla N°1) diseñado para la carrera, de las 23 materias
previstas a lo largo de cinco años, solo 5 estarían orientadas a la
formación técnica. En efecto, dos materias estarían más vinculadas a la
aplicación de la psicología a los problemas del campo médico:
Psicoterapia, y Teoría y Técnica del Psicoanálisis
(6), y tres materias serían en general aplicables al campo del
trabajo, la industria y la educación: Orientación Profesional I y II, y
Psicotecnia, a lo que se le sumaban las diez horas semanales de Seminario
y Práctica Psicológica que se cursaban en quinto año. Como se puede
apreciar, sobre todo si comparamos este plan de estudios con los primeros
de otras universidades (Piñeda, 2003, 2004a), no había demasiados espacios
curriculares específicos para la formación en los campos de aplicación que
al principio se enunciaban.
Estas inconsistencias
que se evidencian en el discurso, y que se verían plasmadas en el plan de
estudios, estarían dando cuenta de ciertas tensiones propias de la
apertura de un campo de saber y la conformación de un grupo de
especialistas a partir del terreno de otros existentes.
Así, por un lado,
divisamos la comunidad de filósofos: prestigiosa y dominante en la
Facultad, cuya visión de la psicología se inclinaría más hacia la
antropología filosófica que hacia la psicotecnia. Junto con ésta y
subsidiaria de ella, la comunidad de pedagogos. Ambas comunidades, hasta
el momento, eran las portadoras del saber psicológico universitario. Por
otro lado, se visualiza la naciente comunidad de especialistas en temas
psicológicos, que aún ni siquiera podían ser denominados psicólogos.
Por otra parte, otras
consideraciones resultan de interés respecto de la comunidad filosófica.
Tomando como fundamento los resultados alcanzados del análisis
sociobibliométrico de los cursos, seminarios y conferencias del período
1937 - 1956, debemos tener en cuenta que en el plantel docente del campo
de la filosofía que componía la Facultad, existía como antecedente una
fuerte presencia del movimiento neoescolástico. Este punto de vista es
consistente con el análisis efectuado de los miembros del Primer Congreso
Nacional de Filosofía (Mendoza, 1949), donde la UNC fue una de las
instituciones que más miembros vinculados al neoescolasticismo había
aportado (Piñeda, 2003a). Desde este punto de vista, podemos sumar
argumentos contundentes para explicar la resistencia que la comunidad de
filósofos oponía a la graduación de especialistas en temas psicológicos
con un perfil “técnico en cuestiones del alma”, pues, la resistencia a
toda tendencia reduccionista y determinista ha sido característica del
neoescolasticismo y ha constituido sus objetivos fundantes como movimiento
(7) (Piñeda, 2002).
Así, las contradicciones
que se visualizaban en el acto de creación de la nueva carrera, tal vez
podrían estar mostrando que el mismo proyecto educativo en ese momento
todavía no estaba del todo claro, porque en el fondo, no se había superado
la discusión respecto a lo que debía ser la psicología y el psicólogo.
Este problema sería común a otras universidades, y –por ejemplo- ya se
habría advertido dos años antes en el congreso de psicología, y un año
antes en la creación de la carrera de psicología de Rosario (Gentile,
1989; 1997; 2003), donde se intentaba una superación de las insalvables
diferencias discursivas respecto a lo que era la psicología, focalizando
en la figura del psicólogo como un profesional y como un técnico, y en la
utilidad de la psicología en tanto disciplina de aplicación.
No
obstante, como puede advertirse en el acto de creación de la carrera de
Psicología y Pedagogía en Córdoba, este perfil en algunos lugares
aparentemente excento de conflictos, en el caso que estamos analizando, no
escapaba a la discusión y a los desacuerdos epistemológicos.
Más bien, habrían hecho
falta al menos dos años de transición para que el proyecto educativo se
esclareciera, y las tensiones entre estos dos perfiles: el docente y el
profesional, se resolvieran en la creación de la Licenciatura en
Psicología, dando lugar al nacimiento definitivo de un nuevo grupo de
especialistas que si bien conservarían vínculos con su cuna filosófica por
cuatro décadas más –hasta la constitución de la Facultad de Psicología-,
se abrirían paso al campo científico con independencia.
Cabe señalar,
finalmente, que hasta que se graduaran los primeros Licenciados en
Psicología, la Universidad Nacional de Córdoba dio varios Profesores en
Psicología y Pedagogía que pudieron optar por el grado de Licenciado,
rindiendo ciertas equivalencias con el nuevo plan de estudios. Tal es el
caso de algunos de los profesores que después de 1959 constituyeron sus
cátedras en la Universidad Católica de Córdoba
(8) (Piñeda, 2004a).
La Licenciatura en
Psicología
La carrera de psicología
se organizó en la Universidad Nacional de Córdoba en 1958, en el seno de
la Facultad de Filosofía y Humanidades. El primer plan de estudios que se
aprobó exigía para la obtención del título de Licenciado en Psicología, la
aprobación de 20 cursos, la asistencia al laboratorio de psicología
durante por lo menos 6 semestres con un crédito horario de 6 horas
semanales o tiempo equivalente, siendo dicho desempeño calificado
numéricamente. También era obligatoria la aprobación de 2 materias
filosóficas: Introducción a la Filosofía y Antropología Filosófica, y la
aprobación de materias electivas de índole filosófica, histórica,
antropológica y de cultura general. Además, los alumnos debían mostrar
conocimiento de algún idioma moderno. Dada la flexibilidad del plan de
estudios, los docentes del Departamento de Psicología eran los encargados
de guiar a los alumnos en la integración de sus opciones.
Al aprobar los primeros
12 cursos semestrales de materias psicológicas, el idioma extranjero y 3
semestres de actuación en el Laboratorio de Psicología, se otorgaba el
Certificado de Asistente en Psicología como instancia intermedia al de
Licenciado
(9).
Para la obtención del
título de Doctor en Psicología, el Licenciado debía preparar una tesis
final y actuar como adscripto a una de las secciones del Instituto de
Psicología durante por lo menos 2 años, realizando en ese tiempo, trabajos
de investigación bajo la dirección de algún docente a elección del alumno.
Por otra parte, la
formación de los psicólogos seguiría nutriéndose con cursillos, seminarios
y materias electivas que ofrecía la Facultad, en su mayoría dictadas por
el plantel de docentes de Filosofía y de Pedagogía (ver
Anexo C, Tabla N° 4).
Resulta interesante volver a aplicar el método sociobibliométrico para el
análisis de los contenidos y bibliografía de los espacios curriculares
obligatorios y electivos del plan de estudios de la Licenciatura, según
los programas encontrados que datan de 1958 a 1966, considerando los
mismos tres factores antes utilizados: profesores bajo influencia del
neoescolasticismo; textos neoescolásticos en circulación, y autores
propuestos como contenido en este período.
De
este análisis, se evidencia que la circulación del discurso neoescolástico,
se vería notablemente disminuido después de 1958.
Así, de los 20 cursos
obligatorios (ver
Anexo C, Tabla N°5), registrando los programas entre 1958 y 1966,
sólo en 3 cursos se pueden encontrar referencias a autores neoescolásticos.
En primer lugar, en Psicología General (Programas de 1958 y 1966), dictado
por el Profesor Raúl Alberto Piérola
(10) con una proporción de 3 referencias sobre un total de 78. Los
autores referenciados son Gemelli & Zunini (1954); Dwelshauvers (1939), y
Jolivet (s/f). En segundo lugar, en Orientación y Selección Profesional
(Programas de 1965 y 1966), a cargo de la Profesora Hermenegilda Fogliatto
(11), con 1 referencia sobre 16, y al año siguiente: 1 cita sobre
61, siendo en ambos casos Gemelli (1959) el autor referenciado. En tercer
lugar en Psicología Pedagógica (1964), cuya Profesora era Blanca
Rodríguez: sobre 47 referencias, 1 es a Gemelli (1960).
Por otra parte, de los
cursos electivos que se debía tomar, uno de los mismos debía ser de
carácter filosófico. De todos los ofrecidos entre 1958 y 1966
(ver Anexo C, Tabla Nº 4), los dos únicos en los que hemos
encontrado referencias a autores neoescolásticos son el curso de Filosofía
de la Ciencia, dictado por el Dr. Andrés Raggio, efectuando una referencia
a Michotte (1954); y el curso de Ética, dictado por Carlos A. Tagle en
1959, 1962 y 1963. En este último, en los tres años, sobre un total de 42
referencias, 10 son a autores de interés para los neoescolásticos: 3 a
Mercier (s/f)
(12), 2 a Tomás de Aquino (1936), 1 a Derisi (1941), 1 a Maritain
(1930), 1 a Balmés (s/f), 1 a Quiles (1942), y 1 a Gilson (s/f).
Por la proporción de
citas y estructuración de contenidos de los programas, creemos que solo en
el caso del Profesor Tagle se justifica hablar de cierta influencia
neoescolástica en su formación y en su pensamiento. En el resto de los
casos, si bien puede tratarse de docentes católicos, como Hermenegilda
Fogliatto (13),
creemos que las citas se deben en mayor medida al impacto que las obras
referenciadas habían causado en Argentina, por lo cual, su circulación
seguía asegurada en la sexta década del siglo XX (Piñeda, 2004c). Como se
habrá apreciado, desde esta perspectiva, el autor más significativo había
sido Agostino Gemelli. De sus 4 obras psicológicas traducidas al
castellano, todas de gran impacto en Argentina, tres de ellas continuaban
siendo referenciadas
(14).
Por otra parte, es de
mencionar que, en general, tanto en los cursos obligatorios como electivos,
se observan referencias a autores que sin ser neoescolásticos armonizan
con una visión aristotélica o aristotélico-escolástica de hombre y
facultades mentales: como Franz Brentano y Charles Spearman. Sin embargo,
lo que predomina en la bibliografía propuesta a los alumnos es literatura
de corte fenomenológico – existencialista, y también psicoanalista.
Así, advertimos que tras
la creación de la Licenciatura en Psicología, estas son las tendencias que
hegemonizaban el escenario intelectual de la UNC, a la vez que perdía
protagonismo el neoescolasticismo.
Para un estudio
posterior resultaría de interés el análisis de campos comunes de problemas
entre el neoescolasticismo y el psicoanálisis, que aún cuando en primera
instancia pueden parecer incompatibles, tendrían ciertos puntos de
coincidencia, como que, cada uno desde su punto de vista, intentaría
restablecer la unidad del hombre en la psicología buscando integrar la
unidad psicosomática, y ambos critican las psicologías positivistas (Quiles,
1952, p.70).
Conclusiones
El movimiento
neoescolástico habría ejercido considerable influencia en la comunidad
académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
de Córdoba que fuera cuna de la carrera de psicología. Esta influencia,
que habría sido predominante en los años en que se gestara la Facultad de
Filosofía, tendría un significativo impacto en el campo psicológico al
menos entre 1937 y 1956. Posteriormente, con la creación de la
Licenciatura en Psicología, el neoescolasticismo perdería inserción en la
misma.
Esta discontinuidad del
influjo neoescolástico que había sido significativo en la etapa
pre-profesional: entre 1937 y 1956, podría explicarse al menos por dos
factores.
En primer lugar, porque
el neoescolasticismo en la Argentina ha estado predominantemente más
vinculado a la filosofía que a la psicología científica. Con lo cual, en
la UNC, los docentes de orientación neoescolástica que enseñaron en esta
universidad en el primer y segundo período, y que pertenecían a la
Facultad de Filosofía, y trabajaban tanto en el Instituto de Filosofía
como en el de Humanidades, fundamentalmente podían hacer su aporte a la
formación de los nuevos egresados desde el terreno de la Antropología
Filosófica, y no tanto en el de la Psicología Científica. En este nuevo
campo, se daría lugar a nuevos docentes.
Este hecho, habría dado
lugar a cierta desvinculación progresiva entre psicología y filosofía,
resultante en una mayor tecnificación de la carrera, contrariamente a lo
proyectado en el Profesorado de Psicología y Pedagogía, y a su vez, habría
permitido la entrada a nuevos discursos en boga tanto en Europa como en
América, y en Argentina en general.
El
segundo factor que explicaría el decaimiento del neoescolasticismo en la
UNC, es que en 1959, se creó la Universidad Católica de Córdoba. Según
hemos podido constatar (www.uccor.edu.ar/-reseña histórica; Piñeda,
2004b), la creación de la misma se habría impulsado por profesionales de
la UNC. Varios de los egresados en el Profesorado de Psicología y
Pedagogía, y de la posterior Licenciatura de esta universidad, habrían
sido profesores de la carrera de psicología de la universidad privada (ver
Anexo, tabla n° 6). Asimismo, docentes de filosofía que nunca
fueron profesores en Psicología ni en una ni en otra universidad, pero que
sin embargo, fueron muy importantes para la recepción e influjo del
neoescolasticismo en el clima intelectual de la universidad estatal,
pasaron a ser docentes en la universidad privada
(15) (Universidad Católica de Córdoba, 2003). Si bien la creación
de la universidad privada se debe a intereses de los católicos y excede la
languidez del neoescolasticismo en la universidad publica, es de
considerar que la primera concentró gran cantidad de docentes católicos,
muchos de los cuales probablemente ya no enseñarían en la universidad
estatal, perdiendo su inserción en ella.
Referencias